oscura y fria caberna



En estas rutinarias tardes de largos silencios y apagados matices, cuando del sol apenas queda un guiño con la promesa del mañana, es cuando meditar se convierte en el merecido reposo del guerrero, en la tarea inverosímil de resucitar las quimeras del pasado y avecinarlas a los anhelos del presente, en un baile de llamas frágiles que se eternizan con la palabra. La luna me da la espalda mientras se asoma por la ventana de mis deseos. Ayer la fui infiel y no perdona fácilmente. Trataré de conquistarla de nuevo en alguna otra noche de versos y cánticos mudos, a la orilla del silencioso mundo interior que habita en mi caverna, oscura y fría como la dejé, justo antes de aventurarme al vacío. La noche se acerca sigilosa, rumbo a navegar nuevamente sobre la tranquilidad de un mar despoblado de prejuicios, donde sumergir todos y cada uno de mis secretos taciturnos...

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